jueves, 20 de diciembre de 2007

La moral cartesiana

Esta disertación os ayudará a contestar las preguntas sobre el capítulo 3º.


El título de esta disertación es “La moral cartesiana”. Descartes desarrolla este tema en el capítulo 3º del “Discurso del Método”, después de haber propuesto las reglas del método y antes de poner en práctica la duda metódica, y nos lleva a plantearnos las siguientes cuestiones:
¿Por qué ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica? ¿Qué razones aduce Descartes para adoptar sus máximas? ¿Cuántas son y en qué consisten? ¿Se alcanza con ellas la verdad evidente o la probabilidad?¿Qué elementos de la moral estoica que hay presentes en la moral cartesiana? Descartes establece cuando trata materias especulativas, por una parte, y asuntos morales por otra. ¿Se podría afirmar que hacemos un uso diferente de la razón cuando la aplicamos a uno u otro?

La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la vida social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece ahora con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pudiera considerarse como definitiva en otro momento posterior.Descartes se provee de una moral provisional mientras procede a la revisión teórica, moral que le resulta necesaria para no permanecer irresoluto en sus acciones y para procurar vivir lo más felizmente que pudiera. Es pues, una segunda vivienda segura mientras reforma desde los cimientos la otra, la de la razón teórica. En el terreno de la filosofía práctica, Descartes no busca la verdad, al menos por ahora, y como él mismo nos dice, opta por obedecer las leyes del país, la religión y las normas morales de los más sensatos de sus conciudadanos. Es una moral de conformismo, de adaptación al entorno. Pero es además lo más razonable mientras no se tenga nada que sea verdaderamente cierto.
Mientras en el análisis teórico sólo se aceptará como verdadero lo evidente, porque mientras se llega a esa verdad se puede vivir en la duda, en el terreno de la moral eso no es posible, pues se ha de vivir cada día, tomar decisiones y actuar, y esto no admite dilaciones ni suspensiones de juicio y por tanto de acción, cosa sólo posible en el nivel teórico.

Descartes distingue en el alma acciones y pasiones: las acciones dependen de la voluntad; las pasiones son involuntarias y están constituidas por percepciones, sentimientos o emociones causadas en el alma por los espíritus vitales, esto es, las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo. La fuerza del alma consiste en vencer las pasiones y detener los movimientos del cuerpo que las acompañan; mientras que su debilidad consiste en dejarse dominar por las pasiones presentes, las cuales, siendo frecuentemente contrarias entre sí, solicitan al alma de un lado y, de otro, la hacen combatir contra sí misma, dejándola en el estado más deplorable. A las pasiones acompaña un estado de servidumbre, del cual el hombre debe procurar librarse. Casi siempre hacen aparecer el bien y el mal que representan mucho más grandes e importan-tes de lo que son, y, por ello, nos inducen a huir del uno y buscar el otro con más ardor de lo que es conveniente. El hombre debe dejarse guiar, en cuanto sea posible, no por las pasiones, sino por la experiencia y por la razón, y sólo así podrá distinguir en su justo valor el bien y el mal y evitar los excesos. En este dominio sobre las pasiones consiste la prudencia; y ésta se obtiene extendiendo el dominio del pensamiento claro y distinto y separando este dominio en cuanto sea posible de los movimientos de la sangre y de los espíritus vitales de los que dependen las pasiones y con los cuales habitualmente está unido.
En este progresivo dominio de la razón, que restituye al hombre el uso íntegro del libre albedrío y le hace dueño de su voluntad, está la característica de la moral cartesiana, moral que el mismo Descartes resume en ¿tres o cuatro? reglas.
La primera regla era obedecer a las leyes y a las costumbres del país, conservando la religión tradicional y ateniéndose en todo a las opiniones más moderadas y más alejadas de los excesos. Con esta regla renunciaba de una manera preliminar a extender su crítica al dominio de la moral, de la religión y de la política. Esta regla expresa un aspecto definitivo de la personalidad de Descartes, caracterizada por el respeto hacia la tradición religiosa y política. En realidad, distinguía dos dominios diferentes: el uso de la vida y la contemplación de la verdad. En el pri-mero, la voluntad tiene la obligación de decidirse sin esperar la evidencia; en el segundo, tiene la obligación de no decidirse hasta que haya alcanzado la evidencia. En el dominio de la con-templación, el hombre no puede contentarse más que con la verdad evidente; en el dominio de la acción el hombre puede contentarse con la probabilidad. Ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica para tener seguridad en el obrar, algo que no puede permanecer en suspenso. En efecto, se puede vivir con la suspensión del juicio teórico, pero no es posible sin unas normas morales que dirijan nuestra acción con los otros hombres. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes. En el plano moral todas las opiniones son probables. De ahí que en la primera máxima moral recomendara moderación, pues al ser sólo probable, si cometiéramos un error, sería menos grave que si hubiéramos optado por una actuación extre-mada. Aceptado el valor de la moral como probable y teniendo una guía para la vida ya es posible dedicarse por entero a la demolición del edificio teórico.
Recordemos que Descartes piensa regirse con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. La práctica de los más sensatos no es garantía de la bondad de una norma moral, pero en la incertidumbre es lo más aconsejable porque son siem-pre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo.
La segunda máxima era la de ser lo más firme y resuelto posible en el obrar, y la de seguir con constancia aun la opinión más dudosa, una vez que se la hubiera adoptado. Esta regla también está inspirada por las necesidades de la vida, que obligan muchas veces a actuar aun con la falta de elementos seguros y definitivos. Las razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por lo que nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momen-to para decidirnos y seguir con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues nos inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para con-siderarlas verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que es como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino corrigien-do a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilantes. Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar a ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida práctica las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo mejor que podíamos en las circunstancias en que nos en-contrábamos, los arrepentimientos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo. La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose, a partir de ahí, perseverar en ese obrar dicta-do por la razón, como si nuestras acciones fuesen absolutamente buenas aunque en un principio fuesen dudosas. De esta manera evitaremos el arrepentimiento y el remordimiento.
La tercera regla era procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna y esforzarse en cam-biar los pensamientos propios más que el orden del mundo. Descartes sostuvo que nada está enteramente en nuestro poder, excepto nuestros pensamientos; y colocó el mérito y la dignidad del hombre en el uso que sabe hacer de sus facultades. Esta regla expresa el espíritu del cartesianismo, el cual exige que el hombre se deje conducir únicamente por la propia razón y bos-queja el ideal mismo de la moral cartesiana, la nostalgia y el arrepentimiento; pero, si hacemos siempre todo lo que nos dicta nuestra razón, no tendremos jamás ningún motivo de arrepentir-nos, aunque los acontecimientos nos muestren, después, que nos hemos engañado sin culpa nuestra. La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias, procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible.
Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por Epicteto, para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos. Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra felicidad en ellos, esta nunca de-penderá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos nuestros pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo. La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos alcanzar. La propuesta general que nos hace es el control de nuestros deseos por medio de nuestros pen-samientos, pues es lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El control de nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Tras haber obrado lo mejor que hemos podido en lo tocante a las cosas exteriores, debemos entender que todo lo que no hemos podido conseguir es para nosotros absolutamente imposible y, por tanto, todo esfuerzo es baldío. Cifrar la felicidad en la satisfacción de todos los deseos es caer en una cadena sin fin, pues el deseo no tiene límites ni comprensión de la realidad, y el no saber determinar qué es lo posible y qué lo im-posible para nosotros es cargarnos de insatisfacciones y amarguras. El entendimiento es el encargado de enseñarnos esta distinción entre las cosas exteriores, y de ella se derivará la aceptación tranquila de la realidad.

Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. Tras enumerar estas tres, no aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero parece que la 4ª máxima tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres. En cuanto a la discutida 4ª máxima, encontramos que la frase que más se asemeja a la formulación de una máxima es: “emplear toda mi vida en cultivar la razón”, porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes. Las 3 máximas anteriores están fundadas en ella pues con la razón examinaremos, cuando sea opor-tuno, las opiniones ajenas que seguimos. El propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de remordimientos al seguirlas. Que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad la persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos.

Los ingredientes estoicos son abundantes en la moral cartesiana. De hecho, en el Renacimiento se había producido un “neoestoicismo” bastante generalizado. Destacaríamos: La máxima de la moderación. La constancia también es una virtud básica para Zenón, Séneca, etc. La idea de que el sabio, al conocer el orden del mundo, comprende y acepta que las cosas son necesarias, y por tanto no desea lo imposible. La 3ª máxima, derivada de lo anterior, la del dominio de los deseos es la más típicamente estoica. Finalmente, observamos que la ética de Descartes también persigue la felicidad (o el “contento” o la “satisfacción”, que son una “felicidad en tono menor”). Podemos, pues, considerar la ética cartesiana deudora del “eudemonismo” griego, una variedad del cual es el estoicismo, que buscaba la felicidad (o la serenidad, al menos) en la “ataraxia”, en la imperturbabilidad del espíritu, en superar las angustias y desánimos del vivir.
Hay, no obstante, una diferencia importante entre Descartes y los estoicos. Descartes no comparte este ideal de “imperturbabilidad” o “insensibilidad” del estoico, consistente en suprimir las pasiones y alcanzar un estado de indiferencia frente a todo lo que acaezca. Sabe que las pasiones son insuprimibles, incluso que son buenas en su mayoría.

Como conclusión y a modo de resumen, se puede afirmar que Descartes establece cuando trata materias especulativas, por una parte, y asuntos morales por otra. La filosofía práctica: Busca la felicidad: “vivir lo más felizmente que pudiese". Su objeto son las acciones: “ver claro en mis ac-ciones y andar seguro por la vida”. La acción no admite demora; no se puede permanecer irresoluto. Es necesario, pues, una “moral provisional” mientras buscamos la moral perfecta. Seguir con constancia las opiniones dudosas. Seguir las opiniones más probables. Seguir las opiniones más moderadas porque son más cómodas y verosímilmente las mejores. Evitar la inconstancia y vacilación, que es señal de debilidad y lleva a la irresolución. La filosofía especulativa: Busca “distinguir lo verdadero de lo falso” y hacernos dueños de la naturaleza. Su objeto son las verdades científicas y metafísicas. Se debe suspender el juicio en estos asuntos mientras no descubramos la verdad. No conformarse con verdades provisionales, sino con verdades evidentes indudables. No admitir lo dudoso ni lo probable. No admitir como verdadero lo verosímil. Cultivar la duda, aunque sea como método.
Todas estas diferencias nos llevan a admitir que Descartes distingue entre un “uso teórico” y un “uso práctico” de nuestra razón. Sin embargo, Descartes no admitiría nunca que haya una “Ra-zón teórica” y una “Razón práctica”, esto es, dos facultades diferentes. Su concepción de la Ciencia es una, precisamente porque la Razón humana es una, aunque se aplique a objetos distintos. La Razón humana es, pues, una, pero según se aplique a la matemática y a la naturaleza o a las acciones humanas alcanzará certezas indudables u opiniones probables.
Ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica para tener seguridad en el obrar, algo que no puede permanecer en suspenso. En efecto, se puede vivir con la suspensión del juicio teórico, pero no es posible sin unas normas morales que diri-jan nuestra acción con los otros hombres. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes. En el plano moral to-das las opiniones son probables. De ahí que en la primera máxima moral recomendara mode-ración, pues al ser sólo probable, si cometiéramos un error, sería menos grave que si hubiéra-mos optado por una actuación extremada. Aceptado el valor de la moral
como probable y teniendo una guía para la vida ya es posible dedicarse por entero a la demolición del edificio teórico.

Séneca



“Afable para mis amigos, suave e indulgente para mis enemigos, cederé antes de que me rueguen y me adelantaré a las peticiones honestas. Sabré que mi patria es el mundo y que los dioses lo presiden, y estos están por encima de mí y entorno mío, como censores de mis hechos y mis dichos. Y cuando la naturaleza reclame mi espíritu o mi razón lo despida, me iré con el testimonio de haber amado la conciencia recta y las buenas inclinaciones, sin haber mermado la libertad de nadie y menos la mía”

Séneca, Sobre la felicidad (Capítulo 20: El valor del esfuerzo filosófico

¡Felices fiestas!

sábado, 15 de diciembre de 2007

Información

http://acacia.pntic.mec.es
http://www.webdianoia.com/moderna/descartes
http://www.educa.madrid.org

viernes, 14 de diciembre de 2007

La duda como base del método cartesiano



La duda como base del método cartesiano




La duda de Descartes es metódica.




No puede, sin más, confundirse con la duda del escepticismo. (Foto de Montaigne)







La diversidad de opiniones y costumbres racionales nos enseña que no hay un sistema absoluto de pensamiento, por ello, para buscar y fundamentar una filosofía primera, hemos de comenzar con la duda. Desde el punto de vista teórico (búsqueda de la verdad) jamás hemos de tener por verdadero nada que no sea evidente





La duda cartesiana será especulativa y metódica, y mientras dure ha de ser sincera, una duda igual a la duda escéptica excepto en su duración. Es una duda “hiperbólica”, pues “no ha puesto en duda nada, sino a fin de que resplandezca mejor la verdad”





Las características de la duda cartesiana son:








  • Universalidad.




Hay que cuestionar absolutamente todos los conocimientos y creencias, tanto los que provienen de la ciencia como incluso de la lógica y la matemática. De esta duda sólo se salvan algunos principios mínimos de ética y aquellos esenciales en materia de religión.








  • Es exagerada o “hiperbólica”.




Tal como aparece en el Discurso del método y en las Meditaciones, es una duda universal y radical, porque se extiende a todas las zonas y a toda afirmación sobre las cosas, hasta la sensatez de la propia razón, pero es metódica porque Descartes la inicia, no para permanecer en ella, sino para ver si alcanza alguna verdad. El resultado de esta duda es una verdad que otorga certeza absoluta, puesto que de ella es imposible dudar: la existencia de quien duda, conocida de forma inmediata.








  • Metódica.




No puede, sin más, confundirse con la duda del escepticismo. Lo que precisamente se propone Descartes es, partiendo de la duda, superar ese escepticismo, hallando un principio filosófico que no admita duda posible. Se trata, pues, de una duda estratégica, y si bien es hiperbólica, es también metódica, ya que se pretende buscar la certeza (de lo que, a priori, se cree que existe, aunque no está demostrado todavía).








  • Su intencionalidad no es de perdurabilidad.




Si Descartes parte de la duda lo hace para superar el estado de duda. No es una apología de la duda como fin, sino como medio para un conocimiento cierto e indudable. Por tanto, una vez planteada la duda como método, y aunque dudemos prácticamente de todo, tras descubrir el primer principio evidente (el cogito), se hace necesario superarla. Descartes lo hace, además de apoyándose en este primer principio, postulando la existencia de un Dios bueno. A partir de aquí, se revisará lo antes tenido por dudoso, para comprobar, mediante el método, si todavía lo es o si ya tenemos constancia cierta, clara y distinta, de su certeza.






La duda proporciona evidencia de lo antes dudoso. Descartes creía, antes de la duda, en la existencia de Dios, en su bondad, en la fuerza demostrativa de la matemática, etc. Y todo eso, a priori, lo pone en duda, pone en entredicho su certeza. Y después de haber dudado de todo y de haber descubierto el primer principio indudable que es el quicio de su sistema filosófico, y de haber aplicado el método con sus partes, ¿descubre acaso algo que antes no supiera o creyera confusamente? En realidad, no. Lo que proporciona la duda y su método es una evidencia, diríamos, una “demostración” racional de su certeza, es decir, una evidencia de aquello sobre lo que antes no la teníamos. En este sentido, su método no descubre nuevas verdades, sino que sólo afianza lo que ya creía sin certeza indudable.


Es consecuencia de la primera regla del método. Esta primera regla sostiene que es necesario «no admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo sea».
No se dirige a las creencias individuales y particulares, sino a su fundamento.
Tiene restricciones. La duda se dirige hacia el conocimiento, pero no a la vida ética y práctica cotidiana, pues es inevitable que en la vida en sociedad sigamos creencias y opiniones que sólo alcanzan un valor de probabilidad, pero no de certeza completa.






El proceso de duda tiene dos funciones:
1) Función de desescombro: duda de todas las verdades tenidas como tales anteriormente. Esta duda está abocada a la certeza absoluta, es por ello, una duda transitoria
2) Camino de la certeza absoluta para lo cual, la duda también ha de ser absoluta, la duda no reconoce fronteras... basta que se pueda dudar de una verdad, para que, provisionalmente, se considere a tal verdad como falsa

miércoles, 12 de diciembre de 2007

EL PROBLEMA DEL MÉTODO EN DESCARTES

EL PROBLEMA DEL MÉTODO EN DESCARTES

Descartes es el iniciador de la filosofía moderna. En su teoría confluyen las tendencias y corrientes de la ciencia moderna; intenta dar una base adecuada a las creencias de su época. Pretende la reconstrucción de la totalidad de la ciencia y de la filosofía. La filosofía cartesiana es el paso del realismo ingenuo al idealismo, al subjetivo. Su punto de partida es una teoría del conocimiento, no una ontología. La razón es la fuente del conocimiento y el criterio de verdad. Descartes vive la crisis del pensamiento de su época, crisis que se remonta dos siglos atrás, agravada ahora por la importancia que adquieren las ciencias matemáticas y sus argumentos, que hacen más inseguras las bases científicas de aquella filosofía. Por otra parte se hace necesario un entendimiento entre la fe cristiana, basada en la antigua filosofía, y la nueva ciencia.

A esta nueva época con una nueva ciencia, basada en el método matemático, ha de corresponder una nueva filosofía, que pueda asegurar también, un conocimiento cierto y seguro. La certeza de las matemáticas se convierte en la aspiración de la filosofía moderna. Por eso el problema central de esta filosofía será el problema del conocimiento. Nueva noción del ser y de la verdad. Esta nueva noción de verdad sólo se da en la matemática. Estas verdades inevitables no dependen en absoluto de la experiencia, el verdadero conocimiento es autonomía de la razón.

Descartes busca un fundamento absoluto inconmovible de verdad en que poder basar un conocimiento científico que permita regir la vida y la acción. Pero ese conocimiento no puede obtenerse sin método, hasta el punto de que es preferible no buscar la verdad que ponerse a hacerlo sin método. El método es el que proporciona una orientación del saber. El problema metódico es una actitud humana. Descartes busca algo por virtud de lo cual el yo quede orientado en el mundo. Ese momento primero que proporciona el criterio de orientación de los saberes será autónomo, científico y natural. Va a ser un saber que estará limitado a lo que será de si la razón.

Descartes orienta su método a encontrar el fundamento inconmovible de la verdad y a fundar la unidad del saber. La búsqueda se va realizar en el espíritu donde se accede a esa unidad del saber. El método va remitida la sabiduría, esa sabiduría va iluminar el sentido y la posibilidad misma de la verdad. Descartes apunta a ese momento de unidad de saber. Todas las ciencias están coimplicadas de tal manera que es más fácil aprenderlas todas a la vez que una cualquiera de ellas. Las ciencias pueden ser traídas todas a principio y sabríamos todas las ciencias. La sabiduría radicada en el espíritu es la verdadera filosofía que contiene los principios del conocimiento. En las ciencias matemáticas encuentra Descartes la clave de su nueva filosofía; es verdadero aquello que es claro y evidente.

¿Qué es el método para Descartes? Descartes define el método como:

  • “un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco hasta el punto más alto”
  • “conjunto de reglas ciertas y fáciles que permiten distinguir lo verdadero era falso con el menor esfuerzo mental y posibilite la comprensión de todo lo que puede ser objeto de conocimiento racional.”

El método son las reglas, la duda es un artilugio metódico en virtud del cual viene la claridad la reglas del método el método es el modo como esa reglas se muestran absolutamente como reglas para la verdad. Hay dos aspectos en el método cartesiano:

    1. descriptivo: el método consiste proceder de tal manera que se sigan las reglas.
    2. interno: reglas en cuanto proceder interno del espíritu.

El método son las cuatro reglas consideradas en su interna vigencia, en su necesidad. Lleva al espíritu a que se conduzca internamente según esas reglas que desvelan el proceder mismo del espíritu. La duda es el artilugio en virtud del cual se pone esto de manifiesto. La duda juega una instancia metodológica, es condición para el método pero luego pierde fundamento.

Para Descartes la esencia del método consiste en el orden y la disposición de los objetos hacia los cuales hay que dirigir la atención del espíritu para descubrir alguna verdad. Lo seguiremos exactamente si reducimos gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a otras más simples, y si a continuación, partiendo de la intuición de las más simples, tratamos de elevarnos por los mismos grados al conocimiento de todas las demás.

Descartes quiere prescindir de aquellos conocimientos que puedan ser sólo probables. En las matemáticas hallamos los conocimientos ciertos por lo que hay que ver el método aplicado en ellas y extenderlo a otras ciencias. La admiración matemática lleva a los racionalistas a la construcción de la Matemática Universal que tendría un valor necesario y universal.

Los actos de nuestro entendimiento por los que podemos llegar al conocimiento de las cosas sin ningún temor a equivocarnos son dos: la intuición y la deducción.

Intuición: “la concepción de un espíritu puro y atento tan fácil y distinta que no cabe ninguna duda sobre lo que comprendemos. La firme concepción de un espíritu puro y atento que nace de la sola luz de la razón. Cada uno por intuición puede percibir que existe, que piensa, etc.”

Deducción: “operación por la que entendemos todo lo que se concluye necesariamente a partir otras cosas conocidas con certeza. Es un movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento que tiene una intuición clara de cada cosa.”

El método matemático consiste en el uso de la intuición y de la deducción. Mediante el primero conocemos aquellas verdades de suyo evidentes e inmediatas (los axiomas); con la segunda alcanzamos aquellas verdades que, sin ser inmediatamente evidentes, alcanzan una evidencia mediata gracias a que llegamos a ellas partiendo de los axiomas y a través de una cadena de razones, es decir, de pasos sucesivos que son evidentes. Pero toda deducción está apoyada en la memoria que puede ser una causa posible error. Los primeros principios son conocidos por intuición y las proposiciones derivadas de estos pueden ser conocidas por intuición y deducción. Las consecuencias más alejadas por deducción.

Los preceptos que recogen el método son las cuatro reglas:

  1. Regla de la evidencia.

" no aceptará jamás como verdadera ninguna cosa que no reconociera evidentemente como tal; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y los prejuicios, y no incluir en mis juicios nada más que lo que se me presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ninguna ocasión de ponerlo en duda ".

Toda idea evidente es clara y distinta: claridad es la presencia y manifestación de una idea ante el espíritu atento que la considera.

Idea distinta es la que no contienen si nada que pertenezca a otra idea.

  1. Regla del análisis:

"dividir cada una de las dificultades que examinase en cuántas partes fueran posible y en cuántas fueran necesarias para resolverlas mejor".

Esto introduce un tema importante en el racionalismo: las ideas simples. Todo esto se encierra en la cuestión de la evidencia. ¿Como se llega a captar las evidencias en sentido interno? Por la intuición.

  1. Regla de la síntesis:

"conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los más simples y más fácil de reconocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo que haya un orden incluso entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.

La segunda y tercera regla poner en función las dos facultades del entendimiento: intuición (análisis), deducción (síntesis).

Las características de la intuición:

Uno: es puntual, es coger lo que se presenta.

Dos: la idea intuida es pasiva: no hay que dar ningún rodeo para captar la idea intuida.

Tres: la idea verdadera clara y distinta tiene su lugar nuestro espíritu. Las ideas que están en nuestro espíritu son expresiones de las ideas divinas. Lo encontrado es la primera causa y el primer principio.

  1. Regla de la enumeración: “hacer en todos los casos enumeraciones tan completas y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no omitir nada”.

En el método de Descartes hay cuatro fases: 1. La evidencia como criterio de verdad. 2. El análisis. 3. La síntesis. 4. La comprobación de los análisis y síntesis ya realizados.

Con este ideal metódico es necesario que Descartes sea un racionalista y también su desprecio por lo experimental, ya que recurrir a los datos de los sentidos no sólo no prueba las verdades matemáticas, sino que incluso perturba su nitidez.

Establecido ya el método a seguir, la primera tarea que emprende Descartes es la búsqueda de una verdad indubitable en el campo filosófico. Para ello iniciará el método de dudar de todos los conocimientos que posee.

¿Qué sentido tiene la duda en Descartes? No se trata de una duda psicológica sino de una duda metodológica, no tiene su finalidad en sí misma sino que es un proceso inicial de suspensión de juicio. Es no admitir como verdadero más que aquellos conocimientos que estén libres de error. El punto de partida es la duda y, por tanto, el miedo al error. Se trata de descubrir, ante todo, alguna verdad indubitable en la cual se pueda hacer pie firme para buscar, fundándose en ella, las demás, de modo que no quede resquicio alguno para el error. La duda es un punto de partida ya que la evidencia del yo surge del propio acto de dudar, de la reducción del pensamiento de la duda al hecho fundamental y aparentemente innegable que alguien piense al dudar. Esta duda es universal pero también provisional, no solamente en el sentido de que constituye una etapa preliminar en la búsqueda de la certeza, sino también en el sentido de que Descartes no se propone necesariamente sustituir las proposiciones en las que anteriormente creía por otras proposiciones nuevas. También es una duda teorética: no debe extenderse a la conducta. En la conducta a veces estamos obligados a seguir opiniones que son solamente probables

lunes, 3 de diciembre de 2007

Racionalismo y Empirismo

Racionalismo
Movimiento filosófico desarrollado particularmente en la Europa continental durante los siglos XVII y XVIII y caracterizado por:
1. la primacía que dieron a la razón en la fundamentación del conocimiento
2. la fascinación por la matemática
3. la defensa de la existencia de ideas innatas y de la intuición intelectual.
El término “racionalismo” tiene un significado muy amplio: en general, llamamos racionalista a toda posición filosófica que prima el uso de la razón frente a otras instancias como la fe, la autoridad, la vida, lo irracional, la experiencia empírica, ... Es racionalista todo aquél que cree que el fundamento, el principio supremo, es la razón.
El término “racionalismo” se usa comúnmente en la historia de la filosofía para designar una cierta forma de fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa en la experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a Platón y Descartes racionalistas; y podemos decir que Hume, tiende al empirismo, dado el valor que dio a la experiencia sensible o percepción.
Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes:
1. La tesis de que todos nuestros conocimientos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo.
2. El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios.
3. Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas.
4. Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el ejercicio del pensamiento.
5. La consideración de la matemática como ciencia ideal.
6. La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo real.

Empirismo
Teoría filosófica según la cual el origen y límites del conocimiento es la experiencia y, en último término, la percepción.
El término empirismo viene de la voz griega "empeiría" que se puede traducir como "experiencia". Cuando hablamos de "experiencia" en este contexto nos referimos más exactamente a la experiencia sensible o conjunto de percepciones.
En un sentido amplio llamamos empirista a toda teoría filosófica que considera los sentidos como las facultades cognoscitivas adecuadas para la adquisición del conocimiento.
En sentido estricto, utilizamos el término “empirismo” para referirnos al empirismo clásico o empirismo inglés, movimiento filosófico que habitualmente se contrapone al racionalismo clásico y que se caracteriza por las siguientes notas:
1. Los autores más importantes nacieron en las Islas Británicas, entre los siglos XVII y XVIII (Edad Moderna) y su representante más destacado es David Hume (1711-1776)
2. El objeto del conocimiento son las ideas, no el mundo exterior.
3. El origen del conocimiento está en los sentidos.
4. Rechaza las ideas innatas.
5. La experiencia (tanto la interna como la externa) es el criterio de validez y el límite del conocimiento; la experiencia interna es la percepción interna, la percepción de la propia vida anímica; la experiencia externa es la percepción externa o percepción de los objetos físicos.
6. Niega la intuición intelectual, aceptando sólo la intuición empírica, la intuición sensible.
7. Acepta la deducción sólo para la lógica y las matemáticas, y cree que para el conocimiento del mundo sólo es adecuada la inducción.
8. Toma como modelo de ciencia la Ciencia Natural.
9. Da –particularmente Hume– explicaciones psicologistas: reduce los distintos ámbitos de objetividad (el científico, el moral y el estético) a mecanismos, procesos y actividades psicológicos.
10. Apoya los ideales éticos y políticos de la Ilustración.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Soluciones test

TEST DESCARTES SOLUCIONES
1. ¿En qué país nació Descartes? Francia
2. Una de las siguientes obras no es del autor: Tratado de la Naturaleza Humana
3. ¿A qué país viajó Descartes repetidas veces? Holanda
4. El año de nacimiento del filósofo es: 1596
5. ¿En qué famoso colegio estudió Descartes?: La Fléche
6. Su obra "Principia philosophiae" estaba dedicada a: Isabel de Bohemia
7. Descartes es el padre del: racionalismo
8. En su juventud el filósofo estudió: derecho
9. ¿Qué persona le invitó a su corte para ser instruida? La reina de Suecia
10. Descartes falleció el año: 1650
11. La metafísica racionalista se fundamenta en La idea de substancia
12. ¿Cuántas substancias propone Descartes? Tres substancias
13. Todos los cuerpos materiales o corporales son: res extensa
14. Aquello que caracteriza a cada substancia esencialmente y permite diferenciar a unas de otras se denomina: atributos
15. La única substancia plenamente autosubsistente es: la res infinita
16. ¿Hay alguna substancia que carezca de modos? Dios
17. Las cualidades secundarias, tales como el color, el olor, el sabor son: no tienen existencia real
18. ¿Cuáles son los modos de la res cogitans? Todo acto y contenido de la mente
19. La metafísica cartesiana termina postulando: que el hombre es un ser dual
20. ¿A qué filósofo se acerca más Descartes en su concepción antropológica? A Platón
21. La filosofía de Descartes es: racionalista
22. Descartes propone Un único método para todas las ciencias
23. El conocimiento claro y distinto se alcanza mediante: la intuición intelectual
24. ¿Qué otro nombre poseen las ideas claras y distintas? naturalezas simples
25. Las ideas innatas: son poseídas al nacer por todo ser racional
26. "Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como requiriese para resolverlas mejor" ¿Qué regla del método se enuncia en esta proposición? Análisis
27. ¿Qué regla del método equivale a un proceso de deducción? Síntesis
28. ¿En qué obra aparecen las reglas del Método cartesiano? Discurso del método
29. Las ideas innatas son: verdaderas
30. ¿Qué ciencia sirve de modelo a Descartes cuando elabora el Método? La matemática