jueves, 20 de diciembre de 2007

La moral cartesiana

Esta disertación os ayudará a contestar las preguntas sobre el capítulo 3º.


El título de esta disertación es “La moral cartesiana”. Descartes desarrolla este tema en el capítulo 3º del “Discurso del Método”, después de haber propuesto las reglas del método y antes de poner en práctica la duda metódica, y nos lleva a plantearnos las siguientes cuestiones:
¿Por qué ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica? ¿Qué razones aduce Descartes para adoptar sus máximas? ¿Cuántas son y en qué consisten? ¿Se alcanza con ellas la verdad evidente o la probabilidad?¿Qué elementos de la moral estoica que hay presentes en la moral cartesiana? Descartes establece cuando trata materias especulativas, por una parte, y asuntos morales por otra. ¿Se podría afirmar que hacemos un uso diferente de la razón cuando la aplicamos a uno u otro?

La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la vida social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece ahora con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pudiera considerarse como definitiva en otro momento posterior.Descartes se provee de una moral provisional mientras procede a la revisión teórica, moral que le resulta necesaria para no permanecer irresoluto en sus acciones y para procurar vivir lo más felizmente que pudiera. Es pues, una segunda vivienda segura mientras reforma desde los cimientos la otra, la de la razón teórica. En el terreno de la filosofía práctica, Descartes no busca la verdad, al menos por ahora, y como él mismo nos dice, opta por obedecer las leyes del país, la religión y las normas morales de los más sensatos de sus conciudadanos. Es una moral de conformismo, de adaptación al entorno. Pero es además lo más razonable mientras no se tenga nada que sea verdaderamente cierto.
Mientras en el análisis teórico sólo se aceptará como verdadero lo evidente, porque mientras se llega a esa verdad se puede vivir en la duda, en el terreno de la moral eso no es posible, pues se ha de vivir cada día, tomar decisiones y actuar, y esto no admite dilaciones ni suspensiones de juicio y por tanto de acción, cosa sólo posible en el nivel teórico.

Descartes distingue en el alma acciones y pasiones: las acciones dependen de la voluntad; las pasiones son involuntarias y están constituidas por percepciones, sentimientos o emociones causadas en el alma por los espíritus vitales, esto es, las fuerzas mecánicas que actúan en el cuerpo. La fuerza del alma consiste en vencer las pasiones y detener los movimientos del cuerpo que las acompañan; mientras que su debilidad consiste en dejarse dominar por las pasiones presentes, las cuales, siendo frecuentemente contrarias entre sí, solicitan al alma de un lado y, de otro, la hacen combatir contra sí misma, dejándola en el estado más deplorable. A las pasiones acompaña un estado de servidumbre, del cual el hombre debe procurar librarse. Casi siempre hacen aparecer el bien y el mal que representan mucho más grandes e importan-tes de lo que son, y, por ello, nos inducen a huir del uno y buscar el otro con más ardor de lo que es conveniente. El hombre debe dejarse guiar, en cuanto sea posible, no por las pasiones, sino por la experiencia y por la razón, y sólo así podrá distinguir en su justo valor el bien y el mal y evitar los excesos. En este dominio sobre las pasiones consiste la prudencia; y ésta se obtiene extendiendo el dominio del pensamiento claro y distinto y separando este dominio en cuanto sea posible de los movimientos de la sangre y de los espíritus vitales de los que dependen las pasiones y con los cuales habitualmente está unido.
En este progresivo dominio de la razón, que restituye al hombre el uso íntegro del libre albedrío y le hace dueño de su voluntad, está la característica de la moral cartesiana, moral que el mismo Descartes resume en ¿tres o cuatro? reglas.
La primera regla era obedecer a las leyes y a las costumbres del país, conservando la religión tradicional y ateniéndose en todo a las opiniones más moderadas y más alejadas de los excesos. Con esta regla renunciaba de una manera preliminar a extender su crítica al dominio de la moral, de la religión y de la política. Esta regla expresa un aspecto definitivo de la personalidad de Descartes, caracterizada por el respeto hacia la tradición religiosa y política. En realidad, distinguía dos dominios diferentes: el uso de la vida y la contemplación de la verdad. En el pri-mero, la voluntad tiene la obligación de decidirse sin esperar la evidencia; en el segundo, tiene la obligación de no decidirse hasta que haya alcanzado la evidencia. En el dominio de la con-templación, el hombre no puede contentarse más que con la verdad evidente; en el dominio de la acción el hombre puede contentarse con la probabilidad. Ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica para tener seguridad en el obrar, algo que no puede permanecer en suspenso. En efecto, se puede vivir con la suspensión del juicio teórico, pero no es posible sin unas normas morales que dirijan nuestra acción con los otros hombres. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes. En el plano moral todas las opiniones son probables. De ahí que en la primera máxima moral recomendara moderación, pues al ser sólo probable, si cometiéramos un error, sería menos grave que si hubiéramos optado por una actuación extre-mada. Aceptado el valor de la moral como probable y teniendo una guía para la vida ya es posible dedicarse por entero a la demolición del edificio teórico.
Recordemos que Descartes piensa regirse con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. La práctica de los más sensatos no es garantía de la bondad de una norma moral, pero en la incertidumbre es lo más aconsejable porque son siem-pre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo.
La segunda máxima era la de ser lo más firme y resuelto posible en el obrar, y la de seguir con constancia aun la opinión más dudosa, una vez que se la hubiera adoptado. Esta regla también está inspirada por las necesidades de la vida, que obligan muchas veces a actuar aun con la falta de elementos seguros y definitivos. Las razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por lo que nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momen-to para decidirnos y seguir con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues nos inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para con-siderarlas verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que es como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino corrigien-do a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilantes. Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar a ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida práctica las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo mejor que podíamos en las circunstancias en que nos en-contrábamos, los arrepentimientos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo. La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose, a partir de ahí, perseverar en ese obrar dicta-do por la razón, como si nuestras acciones fuesen absolutamente buenas aunque en un principio fuesen dudosas. De esta manera evitaremos el arrepentimiento y el remordimiento.
La tercera regla era procurar vencerse más bien a sí mismo que a la fortuna y esforzarse en cam-biar los pensamientos propios más que el orden del mundo. Descartes sostuvo que nada está enteramente en nuestro poder, excepto nuestros pensamientos; y colocó el mérito y la dignidad del hombre en el uso que sabe hacer de sus facultades. Esta regla expresa el espíritu del cartesianismo, el cual exige que el hombre se deje conducir únicamente por la propia razón y bos-queja el ideal mismo de la moral cartesiana, la nostalgia y el arrepentimiento; pero, si hacemos siempre todo lo que nos dicta nuestra razón, no tendremos jamás ningún motivo de arrepentir-nos, aunque los acontecimientos nos muestren, después, que nos hemos engañado sin culpa nuestra. La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias, procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible.
Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por Epicteto, para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos. Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra felicidad en ellos, esta nunca de-penderá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos nuestros pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo. La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos alcanzar. La propuesta general que nos hace es el control de nuestros deseos por medio de nuestros pen-samientos, pues es lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El control de nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Tras haber obrado lo mejor que hemos podido en lo tocante a las cosas exteriores, debemos entender que todo lo que no hemos podido conseguir es para nosotros absolutamente imposible y, por tanto, todo esfuerzo es baldío. Cifrar la felicidad en la satisfacción de todos los deseos es caer en una cadena sin fin, pues el deseo no tiene límites ni comprensión de la realidad, y el no saber determinar qué es lo posible y qué lo im-posible para nosotros es cargarnos de insatisfacciones y amarguras. El entendimiento es el encargado de enseñarnos esta distinción entre las cosas exteriores, y de ella se derivará la aceptación tranquila de la realidad.

Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. Tras enumerar estas tres, no aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero parece que la 4ª máxima tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres. En cuanto a la discutida 4ª máxima, encontramos que la frase que más se asemeja a la formulación de una máxima es: “emplear toda mi vida en cultivar la razón”, porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes. Las 3 máximas anteriores están fundadas en ella pues con la razón examinaremos, cuando sea opor-tuno, las opiniones ajenas que seguimos. El propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de remordimientos al seguirlas. Que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad la persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos.

Los ingredientes estoicos son abundantes en la moral cartesiana. De hecho, en el Renacimiento se había producido un “neoestoicismo” bastante generalizado. Destacaríamos: La máxima de la moderación. La constancia también es una virtud básica para Zenón, Séneca, etc. La idea de que el sabio, al conocer el orden del mundo, comprende y acepta que las cosas son necesarias, y por tanto no desea lo imposible. La 3ª máxima, derivada de lo anterior, la del dominio de los deseos es la más típicamente estoica. Finalmente, observamos que la ética de Descartes también persigue la felicidad (o el “contento” o la “satisfacción”, que son una “felicidad en tono menor”). Podemos, pues, considerar la ética cartesiana deudora del “eudemonismo” griego, una variedad del cual es el estoicismo, que buscaba la felicidad (o la serenidad, al menos) en la “ataraxia”, en la imperturbabilidad del espíritu, en superar las angustias y desánimos del vivir.
Hay, no obstante, una diferencia importante entre Descartes y los estoicos. Descartes no comparte este ideal de “imperturbabilidad” o “insensibilidad” del estoico, consistente en suprimir las pasiones y alcanzar un estado de indiferencia frente a todo lo que acaezca. Sabe que las pasiones son insuprimibles, incluso que son buenas en su mayoría.

Como conclusión y a modo de resumen, se puede afirmar que Descartes establece cuando trata materias especulativas, por una parte, y asuntos morales por otra. La filosofía práctica: Busca la felicidad: “vivir lo más felizmente que pudiese". Su objeto son las acciones: “ver claro en mis ac-ciones y andar seguro por la vida”. La acción no admite demora; no se puede permanecer irresoluto. Es necesario, pues, una “moral provisional” mientras buscamos la moral perfecta. Seguir con constancia las opiniones dudosas. Seguir las opiniones más probables. Seguir las opiniones más moderadas porque son más cómodas y verosímilmente las mejores. Evitar la inconstancia y vacilación, que es señal de debilidad y lleva a la irresolución. La filosofía especulativa: Busca “distinguir lo verdadero de lo falso” y hacernos dueños de la naturaleza. Su objeto son las verdades científicas y metafísicas. Se debe suspender el juicio en estos asuntos mientras no descubramos la verdad. No conformarse con verdades provisionales, sino con verdades evidentes indudables. No admitir lo dudoso ni lo probable. No admitir como verdadero lo verosímil. Cultivar la duda, aunque sea como método.
Todas estas diferencias nos llevan a admitir que Descartes distingue entre un “uso teórico” y un “uso práctico” de nuestra razón. Sin embargo, Descartes no admitiría nunca que haya una “Ra-zón teórica” y una “Razón práctica”, esto es, dos facultades diferentes. Su concepción de la Ciencia es una, precisamente porque la Razón humana es una, aunque se aplique a objetos distintos. La Razón humana es, pues, una, pero según se aplique a la matemática y a la naturaleza o a las acciones humanas alcanzará certezas indudables u opiniones probables.
Ha sido necesario elaborar la moral provisional antes de poner en práctica la duda metódica para tener seguridad en el obrar, algo que no puede permanecer en suspenso. En efecto, se puede vivir con la suspensión del juicio teórico, pero no es posible sin unas normas morales que diri-jan nuestra acción con los otros hombres. En el plano teórico no es aceptable lo verosímil ni lo probable, pero en el plano moral sí, pues no existen opiniones evidentes. En el plano moral to-das las opiniones son probables. De ahí que en la primera máxima moral recomendara mode-ración, pues al ser sólo probable, si cometiéramos un error, sería menos grave que si hubiéra-mos optado por una actuación extremada. Aceptado el valor de la moral
como probable y teniendo una guía para la vida ya es posible dedicarse por entero a la demolición del edificio teórico.

Séneca



“Afable para mis amigos, suave e indulgente para mis enemigos, cederé antes de que me rueguen y me adelantaré a las peticiones honestas. Sabré que mi patria es el mundo y que los dioses lo presiden, y estos están por encima de mí y entorno mío, como censores de mis hechos y mis dichos. Y cuando la naturaleza reclame mi espíritu o mi razón lo despida, me iré con el testimonio de haber amado la conciencia recta y las buenas inclinaciones, sin haber mermado la libertad de nadie y menos la mía”

Séneca, Sobre la felicidad (Capítulo 20: El valor del esfuerzo filosófico

¡Felices fiestas!

sábado, 15 de diciembre de 2007

Información

http://acacia.pntic.mec.es
http://www.webdianoia.com/moderna/descartes
http://www.educa.madrid.org

viernes, 14 de diciembre de 2007

La duda como base del método cartesiano



La duda como base del método cartesiano




La duda de Descartes es metódica.




No puede, sin más, confundirse con la duda del escepticismo. (Foto de Montaigne)







La diversidad de opiniones y costumbres racionales nos enseña que no hay un sistema absoluto de pensamiento, por ello, para buscar y fundamentar una filosofía primera, hemos de comenzar con la duda. Desde el punto de vista teórico (búsqueda de la verdad) jamás hemos de tener por verdadero nada que no sea evidente





La duda cartesiana será especulativa y metódica, y mientras dure ha de ser sincera, una duda igual a la duda escéptica excepto en su duración. Es una duda “hiperbólica”, pues “no ha puesto en duda nada, sino a fin de que resplandezca mejor la verdad”





Las características de la duda cartesiana son:








  • Universalidad.




Hay que cuestionar absolutamente todos los conocimientos y creencias, tanto los que provienen de la ciencia como incluso de la lógica y la matemática. De esta duda sólo se salvan algunos principios mínimos de ética y aquellos esenciales en materia de religión.








  • Es exagerada o “hiperbólica”.




Tal como aparece en el Discurso del método y en las Meditaciones, es una duda universal y radical, porque se extiende a todas las zonas y a toda afirmación sobre las cosas, hasta la sensatez de la propia razón, pero es metódica porque Descartes la inicia, no para permanecer en ella, sino para ver si alcanza alguna verdad. El resultado de esta duda es una verdad que otorga certeza absoluta, puesto que de ella es imposible dudar: la existencia de quien duda, conocida de forma inmediata.








  • Metódica.




No puede, sin más, confundirse con la duda del escepticismo. Lo que precisamente se propone Descartes es, partiendo de la duda, superar ese escepticismo, hallando un principio filosófico que no admita duda posible. Se trata, pues, de una duda estratégica, y si bien es hiperbólica, es también metódica, ya que se pretende buscar la certeza (de lo que, a priori, se cree que existe, aunque no está demostrado todavía).








  • Su intencionalidad no es de perdurabilidad.




Si Descartes parte de la duda lo hace para superar el estado de duda. No es una apología de la duda como fin, sino como medio para un conocimiento cierto e indudable. Por tanto, una vez planteada la duda como método, y aunque dudemos prácticamente de todo, tras descubrir el primer principio evidente (el cogito), se hace necesario superarla. Descartes lo hace, además de apoyándose en este primer principio, postulando la existencia de un Dios bueno. A partir de aquí, se revisará lo antes tenido por dudoso, para comprobar, mediante el método, si todavía lo es o si ya tenemos constancia cierta, clara y distinta, de su certeza.






La duda proporciona evidencia de lo antes dudoso. Descartes creía, antes de la duda, en la existencia de Dios, en su bondad, en la fuerza demostrativa de la matemática, etc. Y todo eso, a priori, lo pone en duda, pone en entredicho su certeza. Y después de haber dudado de todo y de haber descubierto el primer principio indudable que es el quicio de su sistema filosófico, y de haber aplicado el método con sus partes, ¿descubre acaso algo que antes no supiera o creyera confusamente? En realidad, no. Lo que proporciona la duda y su método es una evidencia, diríamos, una “demostración” racional de su certeza, es decir, una evidencia de aquello sobre lo que antes no la teníamos. En este sentido, su método no descubre nuevas verdades, sino que sólo afianza lo que ya creía sin certeza indudable.


Es consecuencia de la primera regla del método. Esta primera regla sostiene que es necesario «no admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo sea».
No se dirige a las creencias individuales y particulares, sino a su fundamento.
Tiene restricciones. La duda se dirige hacia el conocimiento, pero no a la vida ética y práctica cotidiana, pues es inevitable que en la vida en sociedad sigamos creencias y opiniones que sólo alcanzan un valor de probabilidad, pero no de certeza completa.






El proceso de duda tiene dos funciones:
1) Función de desescombro: duda de todas las verdades tenidas como tales anteriormente. Esta duda está abocada a la certeza absoluta, es por ello, una duda transitoria
2) Camino de la certeza absoluta para lo cual, la duda también ha de ser absoluta, la duda no reconoce fronteras... basta que se pueda dudar de una verdad, para que, provisionalmente, se considere a tal verdad como falsa

miércoles, 12 de diciembre de 2007

EL PROBLEMA DEL MÉTODO EN DESCARTES

EL PROBLEMA DEL MÉTODO EN DESCARTES

Descartes es el iniciador de la filosofía moderna. En su teoría confluyen las tendencias y corrientes de la ciencia moderna; intenta dar una base adecuada a las creencias de su época. Pretende la reconstrucción de la totalidad de la ciencia y de la filosofía. La filosofía cartesiana es el paso del realismo ingenuo al idealismo, al subjetivo. Su punto de partida es una teoría del conocimiento, no una ontología. La razón es la fuente del conocimiento y el criterio de verdad. Descartes vive la crisis del pensamiento de su época, crisis que se remonta dos siglos atrás, agravada ahora por la importancia que adquieren las ciencias matemáticas y sus argumentos, que hacen más inseguras las bases científicas de aquella filosofía. Por otra parte se hace necesario un entendimiento entre la fe cristiana, basada en la antigua filosofía, y la nueva ciencia.

A esta nueva época con una nueva ciencia, basada en el método matemático, ha de corresponder una nueva filosofía, que pueda asegurar también, un conocimiento cierto y seguro. La certeza de las matemáticas se convierte en la aspiración de la filosofía moderna. Por eso el problema central de esta filosofía será el problema del conocimiento. Nueva noción del ser y de la verdad. Esta nueva noción de verdad sólo se da en la matemática. Estas verdades inevitables no dependen en absoluto de la experiencia, el verdadero conocimiento es autonomía de la razón.

Descartes busca un fundamento absoluto inconmovible de verdad en que poder basar un conocimiento científico que permita regir la vida y la acción. Pero ese conocimiento no puede obtenerse sin método, hasta el punto de que es preferible no buscar la verdad que ponerse a hacerlo sin método. El método es el que proporciona una orientación del saber. El problema metódico es una actitud humana. Descartes busca algo por virtud de lo cual el yo quede orientado en el mundo. Ese momento primero que proporciona el criterio de orientación de los saberes será autónomo, científico y natural. Va a ser un saber que estará limitado a lo que será de si la razón.

Descartes orienta su método a encontrar el fundamento inconmovible de la verdad y a fundar la unidad del saber. La búsqueda se va realizar en el espíritu donde se accede a esa unidad del saber. El método va remitida la sabiduría, esa sabiduría va iluminar el sentido y la posibilidad misma de la verdad. Descartes apunta a ese momento de unidad de saber. Todas las ciencias están coimplicadas de tal manera que es más fácil aprenderlas todas a la vez que una cualquiera de ellas. Las ciencias pueden ser traídas todas a principio y sabríamos todas las ciencias. La sabiduría radicada en el espíritu es la verdadera filosofía que contiene los principios del conocimiento. En las ciencias matemáticas encuentra Descartes la clave de su nueva filosofía; es verdadero aquello que es claro y evidente.

¿Qué es el método para Descartes? Descartes define el método como:

  • “un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco hasta el punto más alto”
  • “conjunto de reglas ciertas y fáciles que permiten distinguir lo verdadero era falso con el menor esfuerzo mental y posibilite la comprensión de todo lo que puede ser objeto de conocimiento racional.”

El método son las reglas, la duda es un artilugio metódico en virtud del cual viene la claridad la reglas del método el método es el modo como esa reglas se muestran absolutamente como reglas para la verdad. Hay dos aspectos en el método cartesiano:

    1. descriptivo: el método consiste proceder de tal manera que se sigan las reglas.
    2. interno: reglas en cuanto proceder interno del espíritu.

El método son las cuatro reglas consideradas en su interna vigencia, en su necesidad. Lleva al espíritu a que se conduzca internamente según esas reglas que desvelan el proceder mismo del espíritu. La duda es el artilugio en virtud del cual se pone esto de manifiesto. La duda juega una instancia metodológica, es condición para el método pero luego pierde fundamento.

Para Descartes la esencia del método consiste en el orden y la disposición de los objetos hacia los cuales hay que dirigir la atención del espíritu para descubrir alguna verdad. Lo seguiremos exactamente si reducimos gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a otras más simples, y si a continuación, partiendo de la intuición de las más simples, tratamos de elevarnos por los mismos grados al conocimiento de todas las demás.

Descartes quiere prescindir de aquellos conocimientos que puedan ser sólo probables. En las matemáticas hallamos los conocimientos ciertos por lo que hay que ver el método aplicado en ellas y extenderlo a otras ciencias. La admiración matemática lleva a los racionalistas a la construcción de la Matemática Universal que tendría un valor necesario y universal.

Los actos de nuestro entendimiento por los que podemos llegar al conocimiento de las cosas sin ningún temor a equivocarnos son dos: la intuición y la deducción.

Intuición: “la concepción de un espíritu puro y atento tan fácil y distinta que no cabe ninguna duda sobre lo que comprendemos. La firme concepción de un espíritu puro y atento que nace de la sola luz de la razón. Cada uno por intuición puede percibir que existe, que piensa, etc.”

Deducción: “operación por la que entendemos todo lo que se concluye necesariamente a partir otras cosas conocidas con certeza. Es un movimiento continuo e ininterrumpido del pensamiento que tiene una intuición clara de cada cosa.”

El método matemático consiste en el uso de la intuición y de la deducción. Mediante el primero conocemos aquellas verdades de suyo evidentes e inmediatas (los axiomas); con la segunda alcanzamos aquellas verdades que, sin ser inmediatamente evidentes, alcanzan una evidencia mediata gracias a que llegamos a ellas partiendo de los axiomas y a través de una cadena de razones, es decir, de pasos sucesivos que son evidentes. Pero toda deducción está apoyada en la memoria que puede ser una causa posible error. Los primeros principios son conocidos por intuición y las proposiciones derivadas de estos pueden ser conocidas por intuición y deducción. Las consecuencias más alejadas por deducción.

Los preceptos que recogen el método son las cuatro reglas:

  1. Regla de la evidencia.

" no aceptará jamás como verdadera ninguna cosa que no reconociera evidentemente como tal; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y los prejuicios, y no incluir en mis juicios nada más que lo que se me presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviese ninguna ocasión de ponerlo en duda ".

Toda idea evidente es clara y distinta: claridad es la presencia y manifestación de una idea ante el espíritu atento que la considera.

Idea distinta es la que no contienen si nada que pertenezca a otra idea.

  1. Regla del análisis:

"dividir cada una de las dificultades que examinase en cuántas partes fueran posible y en cuántas fueran necesarias para resolverlas mejor".

Esto introduce un tema importante en el racionalismo: las ideas simples. Todo esto se encierra en la cuestión de la evidencia. ¿Como se llega a captar las evidencias en sentido interno? Por la intuición.

  1. Regla de la síntesis:

"conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los más simples y más fácil de reconocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, suponiendo que haya un orden incluso entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.

La segunda y tercera regla poner en función las dos facultades del entendimiento: intuición (análisis), deducción (síntesis).

Las características de la intuición:

Uno: es puntual, es coger lo que se presenta.

Dos: la idea intuida es pasiva: no hay que dar ningún rodeo para captar la idea intuida.

Tres: la idea verdadera clara y distinta tiene su lugar nuestro espíritu. Las ideas que están en nuestro espíritu son expresiones de las ideas divinas. Lo encontrado es la primera causa y el primer principio.

  1. Regla de la enumeración: “hacer en todos los casos enumeraciones tan completas y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no omitir nada”.

En el método de Descartes hay cuatro fases: 1. La evidencia como criterio de verdad. 2. El análisis. 3. La síntesis. 4. La comprobación de los análisis y síntesis ya realizados.

Con este ideal metódico es necesario que Descartes sea un racionalista y también su desprecio por lo experimental, ya que recurrir a los datos de los sentidos no sólo no prueba las verdades matemáticas, sino que incluso perturba su nitidez.

Establecido ya el método a seguir, la primera tarea que emprende Descartes es la búsqueda de una verdad indubitable en el campo filosófico. Para ello iniciará el método de dudar de todos los conocimientos que posee.

¿Qué sentido tiene la duda en Descartes? No se trata de una duda psicológica sino de una duda metodológica, no tiene su finalidad en sí misma sino que es un proceso inicial de suspensión de juicio. Es no admitir como verdadero más que aquellos conocimientos que estén libres de error. El punto de partida es la duda y, por tanto, el miedo al error. Se trata de descubrir, ante todo, alguna verdad indubitable en la cual se pueda hacer pie firme para buscar, fundándose en ella, las demás, de modo que no quede resquicio alguno para el error. La duda es un punto de partida ya que la evidencia del yo surge del propio acto de dudar, de la reducción del pensamiento de la duda al hecho fundamental y aparentemente innegable que alguien piense al dudar. Esta duda es universal pero también provisional, no solamente en el sentido de que constituye una etapa preliminar en la búsqueda de la certeza, sino también en el sentido de que Descartes no se propone necesariamente sustituir las proposiciones en las que anteriormente creía por otras proposiciones nuevas. También es una duda teorética: no debe extenderse a la conducta. En la conducta a veces estamos obligados a seguir opiniones que son solamente probables

lunes, 3 de diciembre de 2007

Racionalismo y Empirismo

Racionalismo
Movimiento filosófico desarrollado particularmente en la Europa continental durante los siglos XVII y XVIII y caracterizado por:
1. la primacía que dieron a la razón en la fundamentación del conocimiento
2. la fascinación por la matemática
3. la defensa de la existencia de ideas innatas y de la intuición intelectual.
El término “racionalismo” tiene un significado muy amplio: en general, llamamos racionalista a toda posición filosófica que prima el uso de la razón frente a otras instancias como la fe, la autoridad, la vida, lo irracional, la experiencia empírica, ... Es racionalista todo aquél que cree que el fundamento, el principio supremo, es la razón.
El término “racionalismo” se usa comúnmente en la historia de la filosofía para designar una cierta forma de fundamentar el conocimiento: cabe pensar que el conocimiento descansa en la razón, o que descansa en la experiencia sensible; así, puesto que valoraron más la razón que los sentidos, podemos llamar a Platón y Descartes racionalistas; y podemos decir que Hume, tiende al empirismo, dado el valor que dio a la experiencia sensible o percepción.
Los rasgos que mejor caracterizan al racionalismo moderno son los siguientes:
1. La tesis de que todos nuestros conocimientos acerca de la realidad proceden no de los sentidos, sino de la razón, del entendimiento mismo.
2. El conocimiento puede ser construido deductivamente a partir de unos primeros principios.
3. Los primeros principios del conocimiento no se pueden extraer de la experiencia empírica sino que se encuentran ya en el entendimiento: el innatismo de las ideas.
4. Consideración de la deducción y más aún de la intuición intelectual como los métodos más adecuados para el ejercicio del pensamiento.
5. La consideración de la matemática como ciencia ideal.
6. La apreciación optimista del poder de la razón, ésta no tiene límites y puede alcanzar a todo lo real.

Empirismo
Teoría filosófica según la cual el origen y límites del conocimiento es la experiencia y, en último término, la percepción.
El término empirismo viene de la voz griega "empeiría" que se puede traducir como "experiencia". Cuando hablamos de "experiencia" en este contexto nos referimos más exactamente a la experiencia sensible o conjunto de percepciones.
En un sentido amplio llamamos empirista a toda teoría filosófica que considera los sentidos como las facultades cognoscitivas adecuadas para la adquisición del conocimiento.
En sentido estricto, utilizamos el término “empirismo” para referirnos al empirismo clásico o empirismo inglés, movimiento filosófico que habitualmente se contrapone al racionalismo clásico y que se caracteriza por las siguientes notas:
1. Los autores más importantes nacieron en las Islas Británicas, entre los siglos XVII y XVIII (Edad Moderna) y su representante más destacado es David Hume (1711-1776)
2. El objeto del conocimiento son las ideas, no el mundo exterior.
3. El origen del conocimiento está en los sentidos.
4. Rechaza las ideas innatas.
5. La experiencia (tanto la interna como la externa) es el criterio de validez y el límite del conocimiento; la experiencia interna es la percepción interna, la percepción de la propia vida anímica; la experiencia externa es la percepción externa o percepción de los objetos físicos.
6. Niega la intuición intelectual, aceptando sólo la intuición empírica, la intuición sensible.
7. Acepta la deducción sólo para la lógica y las matemáticas, y cree que para el conocimiento del mundo sólo es adecuada la inducción.
8. Toma como modelo de ciencia la Ciencia Natural.
9. Da –particularmente Hume– explicaciones psicologistas: reduce los distintos ámbitos de objetividad (el científico, el moral y el estético) a mecanismos, procesos y actividades psicológicos.
10. Apoya los ideales éticos y políticos de la Ilustración.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Soluciones test

TEST DESCARTES SOLUCIONES
1. ¿En qué país nació Descartes? Francia
2. Una de las siguientes obras no es del autor: Tratado de la Naturaleza Humana
3. ¿A qué país viajó Descartes repetidas veces? Holanda
4. El año de nacimiento del filósofo es: 1596
5. ¿En qué famoso colegio estudió Descartes?: La Fléche
6. Su obra "Principia philosophiae" estaba dedicada a: Isabel de Bohemia
7. Descartes es el padre del: racionalismo
8. En su juventud el filósofo estudió: derecho
9. ¿Qué persona le invitó a su corte para ser instruida? La reina de Suecia
10. Descartes falleció el año: 1650
11. La metafísica racionalista se fundamenta en La idea de substancia
12. ¿Cuántas substancias propone Descartes? Tres substancias
13. Todos los cuerpos materiales o corporales son: res extensa
14. Aquello que caracteriza a cada substancia esencialmente y permite diferenciar a unas de otras se denomina: atributos
15. La única substancia plenamente autosubsistente es: la res infinita
16. ¿Hay alguna substancia que carezca de modos? Dios
17. Las cualidades secundarias, tales como el color, el olor, el sabor son: no tienen existencia real
18. ¿Cuáles son los modos de la res cogitans? Todo acto y contenido de la mente
19. La metafísica cartesiana termina postulando: que el hombre es un ser dual
20. ¿A qué filósofo se acerca más Descartes en su concepción antropológica? A Platón
21. La filosofía de Descartes es: racionalista
22. Descartes propone Un único método para todas las ciencias
23. El conocimiento claro y distinto se alcanza mediante: la intuición intelectual
24. ¿Qué otro nombre poseen las ideas claras y distintas? naturalezas simples
25. Las ideas innatas: son poseídas al nacer por todo ser racional
26. "Dividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuera posible y como requiriese para resolverlas mejor" ¿Qué regla del método se enuncia en esta proposición? Análisis
27. ¿Qué regla del método equivale a un proceso de deducción? Síntesis
28. ¿En qué obra aparecen las reglas del Método cartesiano? Discurso del método
29. Las ideas innatas son: verdaderas
30. ¿Qué ciencia sirve de modelo a Descartes cuando elabora el Método? La matemática

lunes, 26 de noviembre de 2007

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Vida

VIDA DE DESCARTES
René Descartes nació el 31 de Marzo de 1596 en La Haya, una ciudad de (Francia), , en una familia de funcionarios de la baja nobleza.
Su padre era consejero del Parlamento de Bretaña.
De su madre, que murió un mes después de su nacimiento, heredó una tos seca y una fisonomía pálida, que mantuvo hasta los veinte años, además de una fortuna que le permitió vivir con independencia económica. Como era un niño delicado, se daba por supuesto que no viviría mucho tiempo. Sin embargo él dedicó su forzosa inactividad a satisfacer una temprana pasión por el estudio.
A los diez años, su padre lo envió a La Flèche, un colegio de los jesuitas recientemente inaugurado en Anjou, en donde permaneció ocho años y medio y en el que recibió una educación excelente que abarcaba la Lógica, la Filosofía moral, la Física y la Metafísica, la Geometría Analítica y el Álgebra Moderna, así como una cierta familiaridad con el recientemente descubierto telescopio de Galileo Una de las cualidades más llamativas de Descartes fue su fluidez mental
Cuando cumplió los veinte años, una vez graduado en leyes por la Universidad de Poitiers, Descartes fue a París. Allí se convirtió en un joven elegante y desocupado. No obstante, sus pensamientos pronto volvieron a preocuparse por las Matemáticas y la Filosofía
En 1618, Descartes se alistó en el ejercito del príncipe de Orange como caballero voluntario. Fue enviado a la guarnición de Breda, en Holanda
Un día -el 10 de noviembre de 1618- se encontró con un grupo de gente arremolinada ante un cartel que se hallaba expuesto en la calle. Estaba escrito en flamenco y Descartes, dirigiéndose a una de las personas del grupo, le pidió que se lo tradujera al latín o al francés. El cartel era un desafío que instaba a los que lo leían a resolver el problema matemático que en él se proponía. La persona a la que Descartes se dirigió para que se lo tradujera era Isaac Beeckman, uno de los matemáticos más eminentes del país. Descartes resolvió el problema y presentó su solución a Beeckman, quien reconoció al instante su genio matemático
Exactamente un año después de su encuentro con Beeckman, Descartes tuvo una famosa experiencia, quizás la más importante de su vida y, sin duda, la más dramática. Se había alistado en el ejercito del duque de Baviera, otro de los aliados de Francia en la Guerra de los Treinta Años, y se hallaba en los cuarteles de invierno en un remoto lugar a orillas del Danubio. El día 10 de noviembre, abstraído en sus pensamientos, se encontró completamente solo en la famosa poèle (literalmente "estufa", pero que, de hecho, significaba habitación caldeada). En el transcurso de aquel día había tomado importantísimas decisiones. En primer lugar, decidió que debía dudar metódicamente de todo lo que sabía acerca de la Física y de los restantes conocimientos organizados, y que debía encontrar ciertos puntos de partida evidentes en sí mismos que le permitiesen reconstruir todas las ciencias. En segundo lugar, decidió que, de la misma forma que una obra de arte o de arquitectura perfecta es siempre el producto de una sola mano maestra, así él debía llevar a cabo, por si solo, su programa.
Siguió como mercenario hasta 1622
Después, durante algunos años, se dedicó a viajar recorriendo Europa desde Polonia a Italia.
En 1625 regresó finalmente a París. Trabajó en su "matemática universal" y se embarcó en especulaciones sobre gran cantidad de cuestiones diversas que iban de la psicología moral a la prolongación de la vida. Al igual que a sus ociosos contemporáneos, el torbellino de la vida social, la música, las lecturas frívolas, y el juego le distraían de tales cometidos. Su padre llegó a expresar la opinión de que "no valía para nada, salvo para acicalarse".
En Octubre de 1628, Descartes partió hacia Holanda, en donde permaneció el resto de su vida, salvo tres breves visitas a Francia y su viaje a Estocolmo en 1649, el último que realizaría. Evitó la compañía de todo el mundo salvo la de sus amigos y discípulos, y dedicó su tiempo a la aplicación de sus principios a la filosofía, la ciencia y las matemáticas y a la divulgación de sus conclusiones.
Un año después de haber abandonado Holanda, aceptando la invitación de la reina Cristina de Suecia, murió en Estocolmo en febrero de 1650.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Mapa conceptual alma-estado

Examen

Para tod@s los que visitais este blog ahí va un ejemplo de examen para que vayais entrenando:

ALUMN@:

-¿No es verdad que la facultad dialéc­tica es la única que puede mostrarlo a quien sea conocedor de lo que a poco enumerábamos, y que no es posible llegar a ello por ningún otro medio?
-Sí, eso se puede afirmar con seguridad.
-En todo caso, nadie nos discutirá esto: que exista otro método que intente, en todo caso y con b
respecto a cada cosa en sí, aprehender de manera sistemática lo que es cada una de ellas. Pues casi
todas las de­más artes, o bien se ocupan de las opiniones y deseos de los hombres, o bien de la creación y fabricación de objetos, o bien del cuidado de las cosas creadas naturalmente o fabricadas artificialmente.
En cuanto a las restantes, que dijimos aprehendían algo de lo existente, como la geometría y las que en ese sentido la acompañan, ya vemos que no hacen más que soñar con lo que existe, pero que serán c
incapaces de contemplarlo en vigilia mientras, valiéndose de hipótesis, dejen éstas intactas por no poder dar cuenta de ellas. Pues bien, si no conocen el principio y anudan la conclusión y los pasos intermedios a algo que no conocen, ¿qué posibilidad existe de que una semejante concatenación llegue jamás a ser conocimiento?
-Por consiguiente, el método dialéctico es el único que, echando abajo las hipótesis, se encamina hacia el principio mismo para pisar allí terreno firme y al ojo del alma, que está verdaderamente sumido a un bárbaro lodazal lo atrae con suavidad y lo lleva a las alturas, utilizando como auxiliares en 533 d esta labor de atracción a las artes a poco enumeradas, que, aunque por rutina las hemos llamado muchas veces conocimientos, necesitan otro nombre que se pueda aplicar a algo más claro que la opinión, pero más oscuro que el de conocimiento. En algún momento anterior empleamos la palabra pensamiento; pero no es cosa de dispu­tar acerca del nombre en materias tales como las que se presentan a e
examen.
-No, en efecto…….
-Bastará, pues - dije yo-, con llamar, lo mismo que antes, a la primera parte conocimiento;
a la segunda pensa­miento ; a la tercera creencia y a la cuarta imaginación. Y a estas dos últimas en conjunto opinión, mientras que a las dos primeras juntas inteligen­cia. La opinión referida a la 534 a generación, y la inteligencia a la esencia. Y lo que es la esencia respecto a la generación, lo es la inteligencia respecto de la opinión; el conocimiento con respecto a la creencia y el pensa­miento con respecto a la imaginación. En cuanto a la proporción entre sí y a la división en dos de cada uno de los ámbitos correspondientes, o sea, lo opinable y lo inteligible, dejémoslo, Glaucón, para que no tenga­mos que vérnoslas con discursos mucho más largos que los pronunciados anteriormente.
-Por mi parte, estoy de acuerdo, en la medida en que puedo seguirte. b
-¿Y llamas dialéctico al que adquiere noción de la esencia de cada cosa ?Y el que no la tenga, ¿no dirás que tiene tanto menos conocimiento de algo cuanto más incapaz sea de darse cuenta de ello a sí mismo o darla a los demás?
-¿Cómo no habría de decirlo?
-Y del mismo modo con respecto al Bien. Si hay alguien que no pueda definir con el razonamiento la Idea del Bien, separándola de todas las demás, y no pueda atravesar todas las dificultades c
como en medio de la batalla, ni aplicarse a esta búsqueda -no según la apariencia sino según la esencia- ni llegar al término de todos estos obstáculos con su argumentación invicta, ¿ no dirás de quién es de ese modo, que no conoce el Bien en sí ni ninguna otra cosa buena, sino que, aún en el caso de que tal vez alcance alguna imagen del bien, será por la opinión, no por el conocimiento; y que en su paso por esta vida no hace más que soñar, sumido en un sopor de que no despertará en este mundo, pues antes a de marchar al Hades para dormir allí un sueño absoluto? d
-¡Por Zeus! Diré lo mismo que tú.
-Pero si alguna vez tienes que educar en la práctica a estos niños que ahora en teoría educas y formas, no permitirás que los gobernantes del Estado y las autori­dades en las cosas supremas sean irracionales, como líneas irracionales.
-Por cierto que no.
-¿Y les prescribirás que participen al máximo de la educación que los capacite para preguntar y respon­der del modo más versado?
-Lo prescribiré junto contigo. e
-¿Y no te parece que tenemos la dialéctica en lo más alto, como una especie de remate de las demás enseñanzas, y que no hay ninguna otra disciplina que pueda ser justamente colocada por encima de ella, y que ha terminado ya lo que corresponde a los estudios?

1. Analiza el sentido que en el texto tiene el término “dialéctica”

2. ¿Cómo argumenta Platón en el párrafo que va de 533-b hasta 533-d que las matemáticas son “algo más claro que la opinión pero más oscuro que el conocimiento” (episteme)?

DISERTACIÓN: La realidad y sus clases

miércoles, 14 de noviembre de 2007

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PLATÓN de Atenas
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Nació en Atenas en el año 427 a.C. Pertenecía a la clase alta de la ciudad. A los veinte años trabó relación con Sócrates y se transformó en su discípulo. Admiraba tanto a su maestro que lo hizo protagonista de la mayor parte de sus Diálogos. Con la intención de intervenir en política visitó al tirano de Siracusa (isla de Sicilia). Pero el intento fue fallido y terminó siendo vendido como esclavo en la plaza pública. Por suerte lo adquirió un pitagórico de Atenas que lo conocía. Cuando, de regreso en Atenas, Platón quiso reintegrarle el dinero que había pagado para salvarlo, el pitagórico se rehusó. Con ese dinero Platón compró un terreno situado en una zona dedicada al héroe Academo, en el cual fundó su escuela, la Academia (355). Esta escuela se mantuvo abierta por más de 900 años. Platón murió en Atenas en el año 347. Se conservan sus obras completas, que incluyen 25 diálogos, la Apología de Sócrates y un conjunto de 13 cartas.
Puedes buscar má información aquí



Platón estaba convencido de que el verdadero saber debe referirse a lo que no cambia. Compartía con Sócrates la idea de que la verdad reside en el hombre. El conocimiento que recibimos de los sentidos nos viene de afuera y versa sobre cosas que cambian. A este tipo de saber —decía Platón— mal se lo llama "conocimiento", porque merecería ser llamado "opinión". El verdadero saber versa sobre aquello que permanece siempre igual, sobre las ideas, y no lo logramos por el contacto con el mundo sino que lo descubrimos en nuestra propia alma. El alma preexiste al hombre. Antes de nacer a esta vida, nuestra alma se encontraba fuera del mundo material y en contacto directo con el mundo inmaterial de las ideas. Allí adquirió todo su saber. Al unirse al cuerpo, el alma olvida lo que había aprendido, pero al contemplar las cosas del mundo, hechas a semejanza de las ideas por el Demiurgo (un dios), va recordando lo que ya sabía. Por eso decimos que, para Platón, conocer es recordar ("reminiscencia").
Para Platón, aquello que más merece el nombre de ser son las ideas, justamente por su inmutabilidad. Las cosas, que se hallan sometidas al cambio, la generación y la corrupción, están por así decirlo entre el ser y el no ser. Las ideas son únicas (no hay dos iguales), inmutables, intemporales, necesarias, universales, arquetípicas, perfectas. Las ideas se hallan ordenadas entre sí jerárquicamente. En la cima se halla la idea de "Bien" o de "Uno". De ella participan todas las demás y ella misma está "más allá del ser".
Antes de encarnarse, el hombre es su alma, un alma racional. Pero al encarnarse se le suman el alma irascible (deseo de dominación) y el alma concupiscible (deseo de placer). El hombre debe lograr que sea el alma racional la que gobierne su vida, sin negar las otras dos, de las que provienen la energía y el movimiento, pero conduciéndolas hacia el logro de su fin. En la medida en que lo logre, el hombre será virtuoso y podrá con el tiempo escapar de la serie ininterrumpida de encarnaciones para volver a su existencia primigenia, como un dios, fuera del mundo sensible.
En su diálogo La República, Platón se planteaba cómo sería una ciudad o una república ideal. Él sostiene que en la sociedad se da un grupo en el que impera lo racional, otro en el que lo hace la irascibilidad y otro que se gobierna por la búsqueda del placer. Para que una sociedad sea justa debe ser gobernada por aquellos en los que prima la razón, los filósofos. Los hombres irascibles deben conformar el ejército. Los concupiscibles deben ser comerciantes o trabajadores. Por ello proponía un ordenamiento que permitiera ir educando a los niños y jóvenes detectando cuál es el lugar que por sus condiciones naturales deben ocupar en la sociedad.
Platón ha sido sin dudas uno de los dos filósofos más grandes de la Grecia Antigua y uno de los máximos representantes de la corriente idealista de todos los tiempos.
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NN. del E.• A la teoría del conocimiento de Platón se le ha dedicado un capítulo en un trabajo publicado en la sección Universidad.• Un artículo acerca de los "sólidos platónicos" ha sido publicado en la sección Trivium & Quadrivium.• En la revista Actas de la Academia Luventicus se ha publicado un artículo con el título: “La otra caverna y su mundo. Una reflexión en torno a Platón y Nietzsche.”• En la sección Universidad también se ha publicado un trabajo sobre las escuelas socráticas, en el grupo de las cuales se cuenta la Academia.• En el artículo titulado “Diversas acepciones del concepto ‘verdad’” se hace referencia a Platón.• En el artículo titulado “Corrientes filosóficas” se hace referencia a Platón en los apartados: “Corrientes gnoseológicas”, “Corrientes éticas”, “Corrientes cosmológicas” y “Corrientes antropológicas”.


PLATÓN www.luventicus.org

Sócrates sostenía, contra los sofistas, que el hombre es capaz de conocer la verdad, de superar la mera opinión, elevándose al conocimiento de los conceptos, de lo universal. Y su práctica pedagógica, la "mayéutica", lo llevó a concluir que los conceptos universales se hallan presentes incluso en el alma del hombre más ignorante, el que, si es guiado correctamente, llega a descubrirlos.
La teoría del conocimiento de Platón explica la presencia de los conceptos universales en el alma recurriendo a la Teoría de la Reencarnación, aprendida por Platón de los pitagóricos.
A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entendía Platón, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen.




Paso 1: el alma existe antes que el cuerpo. En su vida anterior, en el mundo suprasensible, contempla las ideas.
Paso 2: cuando el alma se une al cuerpo, olvida el conocimiento que había adquirido.
Paso 3: en el mundo sensible, el hombre percibe por los sentidos los objetos que fueron hechos por el Demiurgo (dios), a partir de una materia preexistente (jora), teniendo como modelo a las ideas.
Paso 4: la percepción sensible de los objetos despierta en el alma, por su semejanza con las ideas, el recuerdo de las ideas olvidadas. De allí que se denomine a esta teoría "Teoría de la Reminiscencia" o del recuerdo.

Imagen de Platón


El estado

EL ESTADO (www.monografias.com)

"Ayer descendí hacia el Pireo en compañía de Glaucón", -empieza narrando en primera persona Sócrates, personaje principal de este extenso diálogo .

"Construyamos con el pensamiento una ciudad desde el principio. Por lo que parece, es nuestra necesidad la que la construirá” -dice Sócrates a sus interlocutores.

La necesidad de las personas es, pues, la que da forma y contenido a esta imaginaria ciudad-estado de Platón. Se hace para que en ella las personas encuentren la satisfacción de las necesidades inherentes a la condición humana. Sin duda la injusticia reinaban en esa época, a juzgar por el amplio desarrollo que da al concepto de justicia en los Libros I y II de "La República". Las reflexiones y proposiciones filosóficas tienen la profundidad que todos admiramos, principalmente en el Libro VII, donde incorpora el Mito de la Caverna en el que, alegóricamente, se presenta al hombre en relación con la filosofía y con el conocimiento de la realidad.

Lo que más llama la atención en la lectura de “La República”, es el grado de subordinación del individuo al interés general de la "polis"; queda de manifiesto que para Platón la sociedad ideal impone la renuncia del individuo a su libertad y a su deseo de realización personal autónomo. .

“La República” muestra una estratificación en tres clases: los "arcontes" o gobernantes, los “ guardianes” o guerreros, a quienes se entrega la defensa de la seguridad interna y externa de la ciudad-estado y la clase productora o pueblo, formada por agricultores, artesanos comerciantes, industriales, etc., quienes deben alimentar a la ciudad, asegurando la supervivencia . A cada clase conviene una virtud en especial: a los gobernantes, la sabiduría; a los vigilantes o guerreros, la fortaleza, y a los productores, la templanza o moderación. Obsérvese que para Platón son virtudes morales los requisitos para logra el ideal de sociedad.

Estas tres clases se constituyen a través de un riguroso sistema de selección hecho por los gobernantes, durante el proceso formativo de las nuevas generaciones. La educación sistemática, impartida bajo la dirección de los arcontes, permite asignar el status y rol de cada uno de los integrantes de la comunidad. Se trata, pues, de una sociedad estructurada con una rigurosa y totalitaria planificación central..


"La ley -dice Sócrates- no se ocupa de que tan sólo haya en la ciudad una clase que goce de una felicidad excepcional, sino que se aplica a que esta felicidad envuelva toda la ciudad, armonizando por medio de la persuasión y la fuerza a todos los ciudadanos, hace que participen unos y otros en los beneficios que cada cual aporta a la comunidad, creando ella misma a hombres de esa clase a fin de impedir que cada uno se dirija a donde le plazca y con ello utilizarlos para fortificar la unificación de la ciudad".

La persuasión y la fuerza son las herramientas para que cada uno actúe con justicia, entendiendo por justicia, "el hacer cada uno lo propio" de donde se infiere que la perfección de la ciudad radica en que cada uno haga en ella lo que le es propio. Para Platón, la justicia es un atributo de perfección comparable a la sabiduría y a la valentía.

La transgresión a este principio de justicia se castiga severamente, lo que permite que se cumplan todas las tareas de la ciudad.

En las guerras, la clase de los guardianes o guerreros prueba su formación.

El que sea tomado con vida prisionero de los enemigos, se le dará como premio a los que lo hicieron prisionero. Los que se muestran valerosos recibirán honores y la posibilidad de engendrar un mayor número de descendientes.

No sorprende que en esta sociedad ideal se justifiquen las guerras, pese a que, como señala el dialogante Sócrates, "representan las mayores calamidades públicas como privadas para las ciudades".

Tampoco puede producir extrañeza que, para un griego de entonces, aparezca como recomendable y digna de estar en la administración de justicia el "cuidar que los ciudadanos tengan cuerpos y almas bien dotados, y a los que no, a cuantos tengan defectos en sus cuerpos, se los deje morir y a los que tengan por naturaleza un alma mal dotada o que sean incurables, los condene a muerte".

Pero resulta sorprendente que en esta organización social, idealmente concebida, en las dos clases superiores, la de los gobernantes y la de los guardianes o guerreros, "las mujeres son comunes, los hijos son comunes y toda la educación, y, de igual manera, comunes las actividades en la guerra como en la paz, y reyes de ellas los que en filosofía y los asuntos de guerra hayan llegado a ser mejores". (Libro VIII.)



Guardianes perfectos se llama a los gobernantes, A las virtudes del guerrero, agregan las virtudes del sabio y del filósofo.

Refiriéndose a las mujeres ,dice Sócrates, “serán todas comunes para todos esos hombres y ninguna cohabitará con ninguno en privado; y los hijos serán, por otra parte, comunes y ni el padre conocerá a su hijo ni el hijo a su padre”. (Libro V. p)

¿Esta peregrina idea es fruto de una subestimación de la mujer?.

De modo alguno: "no hay en la administración de la ciudad ninguna ocupación que sea de la mujer por el hecho de serlo, ni del hombre por el hecho de serlo -sentencia Sócrates-, sino que las aptitudes naturales están esparcidas por igual en ambos seres" (Libro V)

La razón de esta comunidad de bienes que alcanza a la mujer, hijos y parientes, es que Sócrates considera que toda posesión y con mayor razón la de la riqueza, es fuente de conflicto en toda sociedad. La riqueza, tanto como la pobreza constituyen injusticias inaceptables en una ciudad-estado proyectada como "sabia, valerosa, moderada y justa". (Libro IV)

Las cosas más dañinas y perniciosas para el Estado perfecto, son pues, la riqueza y la pobreza. Será tarea de los guardianes cuidar a todo precio que jamás penetren en la ciudad.

De esta manera, ya en el siglo IV antes de la era vulgar, un proyecto de sociedad “deseable”, proscribía la propiedad privada de bienes, subordinada a los ciudadanos a los intereses de la ciudad y un número reducido de ellos, decidía lo que es justo y conveniente para todos, amén de planificar y dirigir integralmente la vida de la comunidad: un proyecto de dictadura totalitaria.

La estructura del relato y los argumentos esgrimidos por Platón para justificar cada una de estas medidas, están elaborados con dominio de la dialéctica y el conocimiento de la naturaleza humana y de las sociedades que en su época fue dable alcanzar.

Los filósofos

LOS FILÓSOFOS (www.monografias.com)

En la iniciación del Libro VI se hace referencia a la diferencia que existe entre filósofos y no filósofos:
Puesto que son filósofos los hombres capaces de percibir lo que siempre mantiene su identidad consigo mismo, y no lo son los que se detienen en multitud de cosas diferentes.
Puesto que el filósofo es conocedor de las Ideas (lo que no cambia, lo permanente, y lo inmutable), posee la virtud de la sabiduría. Es conocedor, por tanto, de la Belleza en sí, la Justicia en sí, el Bien en sí y actuará bien, será virtuoso y será también el más capacitado de preservar las leyes y costumbres: el guardián perfecto del Estado.
Sin embargo, el hombre normal no tiene conocimiento, sólo posee lo que los sentidos le presentan del mundo, y esto es opinión. Y Platón los compara con los ciegos:
¿Crees tú que se diferencian en algo de los ciegos los hombres privados del conocimiento del ser en sí y que no llevan en su alma ningún modelo claro?. No, la diferencia no es grande.
Para responder a la cuestión sobre el modo en el que el filósofo alcanza el conocimiento Platón plantea la necesidad de analizar la Naturaleza del filósofo.
La naturaleza del filósofo versa sobre estas sentencias: es amante de la realidad entera, del estudio de lo eterno; quiere la verdad y siente placer en su búsqueda, siendo el amante de la verdad más feliz que el ambicioso y rico; se siente muy atado a la vida y no le preocupa la muerte; buena memoria y facultad para el estudio que posea una disposición natural para aprender la esencia de cada ser.
Si un alma posee todas estas aptitudes debe ser sometida a una buena educación, para el perfeccionamiento de las mismas y para que consiga alcanzar la Idea de Bien. Platón asegura que la educación de los filósofos es esencial porque de ella depende el futuro del Estado que él gobierne.
Adimanto reprocha a Sócrates, en la siguiente parte del texto, la confusión a que somete a los que le escuchan, y que se encuentran al final de una discusión, contradiciendo lo que afirmaban al principio. De hecho, en el Menón, Sócrates es comparado con un pez torpedo: este pez a quienquiera que se le acerca y le toca lo hace entorpecerse.
Sócrates responde: "No es que, no teniendo yo problemas, problematice a los demás, sino que estando yo totalmente problematizado, también hago que lo estén los demás".
La habilidad retórica de Sócrates, en su descripción del filósofo, parece ser rebatida por los hechos, y los hechos, no obstante, muestran a los filósofos como perversos, unos, y como inútiles para el Estado, otros. Sócrates intenta explicar a Adimanto que los filósofos son tratados o considerados bajo dichos sinónimos por el pueblo mediante la parábola del barco. La figura del patrón del barco la equipara al filósofo y los marineros con la muchedumbre, y entonces Platón dice:
No consideran como propio del buen piloto el que tenga que preocuparse del tiempo, de las estaciones, del cielo, de los astros y de todas las cosas que tengan que ver con la navegación, bien que realmente le corresponda el mando de la nave.
Reprochan al patrón ser un inútil porque conoce esa sapiencia y no se limita simplemente a llevar el timón. Los filósofos son considerados por el pueblo como "charlantes de las cosas que están en lo alto", como inútiles. Ésta impopularidad que poseen los filósofos les viene atribuida por los políticos actuales.
No te equivocarás si comparas a los políticos que ahora disfrutan del poder con los marineros de que hablábamos hace un momento, y a los llamados por estos inútiles y charlantes con los verdaderos pilotos.
Pasa, ahora, Sócrates a explicar a Adimanto que la perversión que también se achaca a los filósofos tampoco se debe a la filosofía.
Existen varias razones que corrompen la naturaleza de un alma noble y la hacen alejarse de la filosofía. La más notable es una mala educación. Una educación adecuada es el mejor instrumento para la realización de la Justicia, tanto individual como social. Y una mala educación es una de las causas de la perversión de los filósofos porque todas las buenas cualidades de la naturaleza humana así como los bienes se corrompen y transforman en males. Y cuanto mejor es la naturaleza corrompida peor es la corrupción y todas sus cualidades las pone al servicio de la injusticia.
Con esto Platón apostilla que no era partidario del modelo ateniense de educación, la cual recaía sobre la familia y particulares y estaba más de acuerdo con el modelo espartano donde la educación relegaba en el Estado.
Platón, en boca de Sócrates, critica el hecho de que la educación esté en manos, no ya de sofistas, sino de la multitud. Los sofistas según expresa Platón son cómplices del pueblo en la deformación de las almas selectas. Tanta es la fuerza y la presión que tiene el pueblo y los sofistas que, todo aquel que disiente, termina represaliado.
Sócrates cree que los sofistas son los grandes difusores y defensores de las opiniones de la multitud y que el pueblo se equivoca al estimarlos como enemigos. Los sofistas conciben la sabiduría como el estudio de las pasiones y de los gustos del pueblo.
Puesto que el pueblo desconoce lo que es la verdadera sabiduría, es lógico que critique y tache de perversos a los que sí la conocen, es decir, a los filósofos.
Aparte de la mala educación existen otras razones: deseo de poder, presión de los amigos y parientes y que colaboran igualmente a ese alejamiento.
Una vez llegue a la edad madura, espero que sus parientes y conciudadanos querrán servirse de él en su propio interés. Por tanto, se postraran ante él para abrumarle con súplicas y con honores y le prodigaran de antemano su adulación con vistas a su poder futuro.
Esto irá afianzando la creencia en sí mismo de que será capaz de desarrollar bien su papel político y desoirá a aquel que le diga que para ser buen gobernante es necesario aprender. Pero si este decidiera prepararse para ser un buen gobernante se vería ciertamente presionado por esos amigos que intentarían persuadirle de tal decisión. Platón prosigue diciendo:
Y estos mismos hombres, apartados así de la filosofía, a pesar de ser los más aptos para ella, dejan a aquélla en la más completa soledad y abandono y se entregan a una vida que ni les conviene ni es verdadera. Entre tanto otros hombres indignos aprovechan la orfandad de la filosofía para lanzarse sobre ella, deshonrarla y cubrirla de improperios [...].
Si a la filosofía, por tanto, llegan hombres que vienen de otros oficios y otros que carecen de educación es normal que haya quedado reducida a sofisma [1].
Sócrates se lamenta que haya tan pocos hombres dignos de llamarse filósofos y que puedan dedicarse a la política. Pero aquellos que se acercaron a la política quedaron tan defraudados al comprobar que su actividad no contribuía al bien social que prefirieron dedicarse a sus asuntos privados y vivir con la tranquilidad que les proporcionaba saber que no habían cometido injusticias.
Por otro lado, ningún gobierno ha tratado a la filosofía del modo correcto y es la causa del deterioro que sufre, y sólo podrá levantar cabeza de nuevo en el Estado ideal.
Sócrates, entonces propone un cambio radical en la práctica de la filosofía. La dedicación a la filosofía por parte de los jóvenes dura menos que el "sol de Heráclito" [2], además se les enseña la parte más difícil, la dialéctica. Como solución a este problema Platón propone que los niños y los adolescentes se dediquen al cultivo del cuerpo (gimnasia) y a recibir una educación acorde a su edad; ya en la madurez se ocupen de los asuntos militares y políticos; y cuando sean mayores cultivarán la filosofía, tras dejar atrás todo tipo de actividad mundana y gozarán por ello de la contemplación de las ideas.
Sólo el hombre que conoce la verdad y actúa virtuosamente debe ser el guardián del Estado, porque sólo él conseguirá hacer al hombre y al estado perfectos, es decir, justos.
Es difícil persuadir al pueblo de la necesidad de un gobernante así porque nunca ha existido. "Sin embargo, no me parece extraño que la mayoría no de crédito a lo que afirmo. Al fin y al cabo nunca han visto realizado lo que ahora hemos dicho."
Sócrates propone dos posibilidades para elegir a ese filósofo gobernante que inaugure ese Estado perfecto. Estas dos posibilidades son las siguientes:
Esta minoría de filósofos, ahora considerados no como malos, sino como inútiles, a que se ocupen, quieran o no, de los asunto de la ciudad, y a que esta se muestre sumisa a ellos; o al menos, hasta que por alguna inspiración divina se apodere de los hijos de los que ahora gobiernan o de los mismos monarcas un verdadero amor hacia la verdadera filosofía
Es decir, que los filósofos razonables y discretos denominados por el pueblo inútiles sean obligados a hacerse cargo del Estado y que los gobernantes actuales o sus hijos se conviertan en filósofos.
Sócrates en el siguiente texto intenta hacer ver que es posible que el pueblo cambie de opinión si se le expone claramente las cualidades de los filósofos y sus funciones. El filósofo diseñará el Estado empezando desde cero, diseñará un nuevo gobierno que sea lo más parecido posible a aquellas realidades éticas cuyo conocimiento solo él tiene. Y a los hombres de acuerdo a las ideas de Belleza, Justicia y Templanza posibles.
Los filósofos, futuros gobernantes deben superar una especie de pruebas, esto es, serán sometidos a grandes trabajos y sufrimientos; a placeres y dolores y siempre deberán hacer lo que más convenga al Estado; tendrán que ser personas muy completas. Pocos serán los gobernantes porque las cualidades que deben poseer raramente se dan juntas en una sola persona. Solo aquel pequeño grupo de personas en las que predomine su alma racional, será llamado a la sabiduría y será gobernante.
Al que saliera de ellas puro como el oro pasado por el fuego, a ese habría que imponerle como gobernante y concederle honores y distinciones de por vida y después de su muerte.
El gobernante será aquel que tenga la capacidad para acercarse al estudio supremo. Y este no es otro que el Conocimiento del Bien:
Muchas veces habré repetido que la idea de Bien es el conocimiento más importante, pues es esa idea la que proporciona utilidad y positiva ventaja tanto a la justicia como a las demás virtudes.
El texto nos encierra ahora en la discusión acerca del Bien. Hay distintas concepciones acerca del Bien. Para uno, el Bien es el placer; para otros el Bien es el conocimiento. Platón lo intentará definir mediante el famoso paralelismo entre el Sol y la idea de Bien. El sentido de la vista que es el más perfecto porque así fue dotado por el artesano (Demiurgo [3]) necesita tres cosas para poder ver: la vista en los ojos, los colores en los objetos y la luz. Pues bien, la luz se debe al Sol, el Sol es la causa de la luz en el mundo físico: "A mi entender, es de todos los órganos de nuestros sentidos el que más se parece al Sol".
"El bien y el sol son dos reyes, señor del mundo inteligible y el otro del mundo visible." El Sol es en el mundo visible respecto a la vista, lo que el Bien es en el mundo inteligible respecto a la inteligencia. El Sol no es sólo la causa de la visión, sino que, además, su luz hace posible la existencia (génesis, crecimiento, alimentación) en el mundo físico. El Bien es la causa de la verdad, del conocimiento y de la existencia real de lo inteligible, por tanto, también es la causa de la existencia del mundo físico, puesto que este deriva de aquel. Platón pasa a explicar entonces su Teoría de las Ideas por medio de la metáfora de la línea:
Toma ahora una línea cortada en dos partes desiguales y vuelve a cortar cada una de éstas en otras dos partes, también desiguales, que representen la especie visible y la inteligible.
El Mundo sensible le corresponde un conocimiento de lo que se genera y se corrompe, es propio de los hombres que carecen de educación, de instrucción; proporciona opinión, doxa, y posee dos niveles:
La imaginación, eikasía, es el conocimiento que el hombre obtiene mediante conjeturas. A este mundo corresponden las imágenes y las sombras que proyectan los objetos físicos en el agua, en los espejos. En este tipo de conocimiento reina la imprecisión, confusión; dentro de la "alegoría de la caverna" corresponde al conocimiento que los prisioneros encadenados tienen de las sombras que el fuego y los objetos que pasan por la entrada, proyectan sobre el fondo de la cueva.
La creencia, pistis, es el conocimiento del mundo sensible propiamente dicho, y es un conocimiento de realidades que están en continuo cambio, da origen a enunciados que carecen de estabilidad y, por lo mismo, de verdad. Este mundo está constituido por todos aquellos fenómenos del mundo físico que captamos por medio de los sentidos: animales, plantas y objetos artificiales creados por el hombre. Este tipo de conocimiento corresponde al de los prisioneros liberados de las cadenas que al salir de la cueva, como les hace daño la luz, tiene que conocer los objetos a través de sus sombras y de sus reflejos en las aguas.
El Mundo inteligible representa el conocimiento intelectual, o conocimiento del mundo de las Ideas, esto es, la Belleza en sí, la Justicia en sí, etc., y en la cima de todas las Ideas, está el Bien en sí. Es propio de las personas instruidas, de los filósofos, proporciona ciencia, episteme, y tiene también dos niveles:
El pensamiento, diánoia, o conocimiento que se obtiene cuando se razona y se va de las hipótesis a las conclusiones que de ellas se deducen. En este mundo se encuentran las formas de los números y las formas geométricas. Corresponde, en la "alegoría de la caverna", al conocimiento que los liberados de la cueva tienen de los objetos mismos, y, por la noche, de la luz de los astros y de la luna.Sin embargo, la Matemática no es la ciencia más perfecta, por dos razones:
En primer lugar, porque necesita utilizar ejemplos o imágenes sensibles para sus demostraciones. Cuando el geómetra hace sus demostraciones, se tiene que conformar con una representación material y, por tanto, inexacta de las distintas figuras geométricas. Sabe que su cuadrado o su círculo no son más que copias o imágenes del Cuadrado en sí, del Círculo en sí.
En segundo lugar, las demostraciones de las Matemáticas se realizan a partir de hipótesis, de supuestos, pero no se pregunta por su validez, ésta se presupone.
El otro nivel de la ciencia es el conocimiento, nóesis.
Hay una ciencia que, por ser conocimiento intuitivo de las ideas, es superior a la matemática y no es otra que la Dialéctica. Gracias a ella nuestra razón es capaz de utilizar las hipótesis de las ciencias inferiores como "trampolines" hasta alcanzar el principio de todo, la verdad suprema. Este principio que es capaz de explicar todo, no puede ser hipotético. Se trata del principio primero de la naturaleza y de la existencia. Es la Idea de Bien.
La Dialéctica, además de ciencia, es un proceso que abarca dos momentos: la anábasis o ascensión del alma desde el mundo sensible hasta el inteligible y la catábasis o descenso desde lo inteligible. Una vez captado ese primer principio, esa idea de Bien, el alma comienza un descenso a lo largo de todo el camino del pensamiento. En este descenso, las ciencias inferiores serán ya auténtico conocimiento porque ya no estarán, para el conocedor del Bien, basadas en hipótesis. Corresponde a la visión que los liberados de la caverna tienen directamente del Sol cuando ya se han acostumbrado a la luz.
El mito de la caverna describe a personas encadenadas en la parte más profunda de una caverna. Atados de cara a la pared, su visión está limitada y por lo tanto no pueden distinguir a nadie. Lo único que se ve es la pared de la caverna sobre la que se reflejan modelos o estatuas de animales y objetos que pasan delante de una gran hoguera resplandeciente. Uno de los individuos huye y sale a la luz del día. Con la ayuda del sol, esta persona ve por primera vez el mundo real y regresa a la caverna diciendo que las únicas cosas que han visto hasta ese momento son sombras y apariencias y que el mundo real les espera en el exterior si quieren liberarse de sus ataduras. El mundo de sombras de la caverna simboliza para Platón el mundo físico de las apariencias. La escapada al mundo soleado fuera de la caverna simboliza la transición hacia el mundo real, el universo de la existencia plena y perfecta, que es el objeto propio del conocimiento.
La República, la mayor obra política de Platón, trata de la cuestión de la justicia y por lo tanto de las preguntas como: ¿Qué es un Estado justo? o ¿Quién es un individuo justo?. El tema clave, por tanto, es la naturaleza de la justicia y la injusticia y sus consecuencias para el hombre justo y el injusto, y el establecimiento de un Estado Ideal que tendrá por finalidad la felicidad de todos los ciudadanos, pero sólo será posible si tal estado se asienta sobre la base de la justicia individual como social. Aristóteles también buscaba la felicidad del individuo y éste la podía conseguir en la polis.
El proyecto político descrito en La República Platón lo intentó llevar a la práctica. Algunos proyectos fueron realizables: en Esparta se practicó su concepción sobre la educación; Pitágoras intentó establecer un gobierno de filósofos.
El idealismo de Platón respecto a su concepción de la sociedad y de Estado, limita en algunas ocasiones con una “utopía totalitaria”, que niega las libertades del individuo. Para Platón, la única forma de gobierno válida es aquella en la que el liderazgo político es asumido por los filósofos- reyes y la podríamos calificar, no sin cierta ironía, como dictadura de la inteligencia. Si bien, Aristóteles decía que la felicidad absoluta podría conseguirse mediante la actividad intelectual o contemplativa, irrealizable debido a las necesidades del hombre.
La idea de conocimiento de Platón, su teoría ética, su concepto de Estado y su perspectiva del arte deben de ser entendidos desde la teoría de las formas o de las Ideas. Por eso, es necesario ascender hasta el conocimiento de las ideas, proceso que Platón denominó Dialéctica. Platón defenderá que cada cosa es una imitación de un modelo ideal que sólo la razón puede concebir. La doctrina pragmática del siglo XIX estará contra este mundo ideal, las cosas tienen que ser demostradas y no alejarnos del mundo real.
Para Platón lo que es real tiene que ser permanente e inmutable; identificó lo real con la esfera ideal de la existencia en oposición al mundo físico del devenir. Esta consecuencia chocó con la corriente inglesa del siglo XVII, llamada Empirismo. Esta doctrina afirma que todo conocimiento se deriva de la experiencia sensible y de los sentidos. Platón decía que el que se contenta con el conocimiento de los sentidos o se mueve por su interés particular, no es capaz de percatarse de que las ideas existen. Además, los fenómenos de la experiencia son fenómenos cambiantes del mundo físico y nos pueden engañar.
NOTAS: [1] Razonamiento con el que se hace ver como verdadero algo que es falso. [2] Heráclito consideraba que al estar todas las cosas en continuo cambio, el sol de cada mañana era diferente.
[3] Aparece aquí la concepción de un mundo artesano.